En secundaria encontré un alma gemela: Pati. Fue la primer confidente, miembro de lo que llamamos familia por elección. Junto a ella transite la etapa revolucionaria de la adolescencia, así como el inicio de lo que hoy es mi pasión: viajar.
Probablemente, todos los viajeros tenemos un iniciador o el recuerdo del momento exacto en que se originó nuestra pasión por el viaje. Si tenemos ambos somos doblemente afortunados.
El inicio oficial de mi pasión por el viaje comenzó el 29 de septiembre de 2004, cuando viaje para disfrutar de las fiestas patronales de San Felipe Torres Mochas, Guanajuato. Tuve la fortuna de llegar hasta ahí por invitación de Pati y su tío Manuel, quien se dedicaba a organizar viajes.
San Felipe fue el primero de muchos viajes compartidos. Con ellos conocí diferentes lugares de Michoacán, Jalisco y Ciudad de México.
Gracias al tiempo, a la compañía y experiencias compartidas, Pati y yo “éramos como pan y mantequilla, tal como expresaría Forrest Gump. Nuestras platicas ya no solo redundaban en los quehaceres escolares, agregábamos emoción y suspenso con nuestras anécdotas de viaje.
Fue a través de Pati que conocí a mi maestro viajero: Manuel. Un señor que irradiaba alegría, confianza y determinación. Uno de sus consejos cincelado y empotrado en mi cabeza es: viaja mucho, ayuda mucho, prueba de todo y mantén la cabeza en alto.
GRACIAS MANUEL, QEPD.