Mi etapa de estudio en la preparatoria fue ardua, extenuante y decisiva. Es aquí donde todo estudiante debe ir previendo el camino que conducirá hacia su profesión. ¡Tremendo encargo!
Sin mucho titubeo por las experiencias disfrutadas en mi infancia y adolescencia seleccione una carrera afín a mis gustos e intereses: turismo. Soy licenciada en Administración de Recursos Turísticos por la Universidad de Guanajuato.
En este capítulo de mi vida universitaria conocí amigos y compañeros de distintos municipios de Guanajuato, incluso de otras partes de México y del mundo; variadas costumbres, tradiciones y acentos, aún dentro de nuestro mismo estado.
Además, fue experimentación total. En cuatro años, colaboré en diferentes campos del turismo. Hice servicio social en reconocidos hoteles de Guanajuato, en una DMC, en el Festival Internacional Cervantino y hasta en oficinas gubernamentales de turismo. Además de aliarme con un compañero organizando viajes a Ciudad de México, Michoacán y San Luis Potosí. Y para rematar emprendí organizando viajes hacia la Huasteca Potosina asociándome con una promotora de turismo rural.
Uno de los hitos en esta época fue ser scout. Fui voluntaria en uno de los grupos pertenecientes a la Asociación de Scouts de México. Mi función: subjefa de la sección de tropa scout, adolescentes de entre 10 a 14 años; fue todo un reto mantenerlos activos e inyectarles conocimientos, técnicas y experiencias positivas. Aquí también aprendí que no era necesario saberlo todo, pero sí buscar a quién supiera algo que yo no, quien pudiera transmitírselo a «nuestros niños». El firme objetivo: empoderarlos.
Junto a quienes se convirtieron en amigos entrañables, conocimos zonas naturales hermosas, viajamos, acampamos, jugamos, cantamos, lloramos, fue una preciosa experiencia.
Este fue el origen latente de mi vocación hacia el turismo de naturaleza.